Descubierta en un día que no es solo uno más en el calendario, el 13 de septiembre de 1975, este lugar guarda secretos que despiertan la curiosidad de propios y extraños.
Descubierta en un día que no es solo uno más en el calendario, el 13 de septiembre de 1975, este lugar guarda secretos que despiertan la curiosidad de propios y extraños. La historia local cuenta que la excavación comenzó tras avistar una serpiente dorada o un perro negro en el sitio, un presagio que desató la búsqueda de lo que yacía bajo tierra en este rincón de San Miguel del Milagro.
Lo que más impresiona de Cacaxtla es su mural, considerado el mejor conservado de Mesoamérica.
Con una extensión de 335 hectáreas, este lugar apenas ha sido explorado en un 5%, dejando la mayor parte de su misterio intacto. Se dice que fue hogar de la clase social alta, los sacerdotes Olmeca Xicallanca, quienes habitaron este sitio durante 800 años.
Lo más llamativo es su disposición arquitectónica única, con una plaza elevada y dormitorios subterráneos, un diseño que revela la complejidad de la sociedad que lo habitó. Sin embargo, tras esta fascinante estructura yace una historia oscura, con relatos de sacrificios humanos que estremecen el alma. Se estima que alrededor de 200 niños fueron sacrificados en este lugar en honor a sus deidades.
Pero lo más sorprendente es la presencia de murales pintados entre los años 744 y 792, que han resistido el paso del tiempo para contarnos historias de antaño. Entre ellos, destaca uno que representa a un gobernante con rasgos de hombre-ave y otro con rasgos de hombre-felino, manifestando la profunda conexión de la cultura de Cacaxtla con el mundo espiritual y la naturaleza.
Cacaxtla es mucho más que un sitio arqueológico; es un portal hacia el pasado que nos permite entender la grandeza y la complejidad de las civilizaciones mesoamericanas. Es un recordatorio de que, incluso en la oscuridad, la luz de la historia sigue brillando, revelando los secretos más profundos de nuestro pasado.