Ciudad de Puebla, 9 de abril, 2024.- La reciente acusación del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), hacia Estados Unidos y Canadá por adoptar una “postura ambigua” frente al conflicto con Ecuador, pone de manifiesto una problemática diplomática que merece ser analizada con detenimiento. AMLO criticó a los líderes norteamericanos, Joe Biden y Justin Trudeau, por no pronunciarse de manera contundente contra las acciones del gobierno ecuatoriano.
Esta situación nos lleva a reflexionar sobre la responsabilidad de las potencias mundiales en la defensa de los principios democráticos y el derecho internacional. La embajada de México en Quito fue asaltada, un acto que no solo viola la soberanía de un país, sino que también atenta contra la convención diplomática universalmente reconocida.
La respuesta de EE.UU. y Canadá, hasta el momento, ha sido tibia. Se ha limitado a llamados genéricos a la reconciliación, sin condenar explícitamente la intrusión en la embajada mexicana. Esta falta de una postura firme podría interpretarse como una señal de tolerancia hacia actitudes autoritarias, siempre y cuando no perturben sus intereses geopolíticos o económicos.
Es imperativo que las naciones líderes, que a menudo se presentan como baluartes de la libertad y la justicia, mantengan una coherencia entre sus valores proclamados y sus acciones diplomáticas. La ambigüedad no es una opción cuando lo que está en juego es el respeto a la ley internacional y los derechos humanos.
En este contexto, México se ha visto obligado a alzar la voz, no solo para defender su integridad territorial y diplomática, sino también para recordar al mundo que los principios no deben ser flexibles ni sujetos a interpretaciones convenientes.
La comunidad internacional debe exigir a Estados Unidos y Canadá una postura clara y decidida que refleje su compromiso con la justicia y el orden mundial. De lo contrario, su credibilidad como defensores de la democracia quedará seriamente cuestionada.