Por: Arlet García Rius.
En ocasiones, estamos tan enfocados en la meta, que olvidamos que lo verdaderamente hermoso de lograr nuestros objetivos, es todo el proceso que vivimos para conseguirlos, ese proceso es del que verdaderamente estamos orgullosos al lograr nuestras metas y merece ser disfrutado por completo tanto en sus altas como en sus bajas.
Siempre he pensado que al fijar una meta en nuestra vida hay dos puntos importantes que no debemos olvidar, el punto de partida y la meta, el punto de partida te sirve para que cuando estés en la parte del proceso que te cueste trabajo, puedas observar de dónde vienes y agarrar fuerzas por ya haber avanzado más que cuando empezaste, y la meta, te sirve para que mientras estás en el proceso no pierdas el enfoque.
Pero más que estos dos puntos importantes, el proceso es el verdadero maestro, en el proceso es cuando aprendemos las herramientas importantes para el crecimiento, y eso es lo que merece un enorme reconocimiento.
Si sabemos disfrutar el proceso, la meta nos sabe muchísimo más rico e inclusive el dolor que pueda existir dentro de nuestro proceso no es tan pesado si sabes enfocarlo en la conciencia y no en la victimización, les voy a poner un ejemplo en mi vida, siempre fui una fiel creyente del amor verdadero, yo sí creo en qué las cosas perfectas existen y no hablando del concepto que la sociedad maneja como perfección, es decir, en mi mente siempre existió alguien perfecto y justo a mi medida, basándome en eso, en todas mis relaciones siempre busque eso y busque el crecimiento mutuo, a prueba y error fui encontrando el camino, es como mi propia fórmula, para cada quien existe una, solo es cosa de ser pacientes y aprender lo más que se pueda del proceso para así lograr al 100 lo que queremos.
A pesar de que pasé por relaciones que fueron muy dolorosas, siempre tuve en mente que existía lo que yo verdaderamente quería y que, así como yo estaba buscando eso, eso me estaba buscando a mí.
Trate de tomar lo mejor de las relaciones que pase en mi vida para poder ir retroalimentándome y ver qué cosas tenía que modificar en mi para lograr mi meta.
De la primera relación aprendí la paciencia, que a veces las cosas no se dan de inmediato y está bien porque no llevo prisa para que las cosas sean instantáneas.
De la segunda relación aprendí la importancia de poner límites, fue un proceso súper doloroso, porque de las tres relaciones de las que estoy hablando, está fue la más dura de todas, pero de no haber sido así no habría entendido lo importante que es conocer mis límites y respetarlos.
Y de la tercera aprendí la importancia del amor propio, de que el hecho de que me ponga yo primero no tiene nada que ver con el egoísmo, que hasta el hacerlo hace que pueda ofrecer una relación muchísimo más sana.
Con estas tres cosas que aprendí (hay muchas más solo que esas son las principales) ahora tengo la relación que siempre quise y encontré lo que verdaderamente es la perfección para mí, tanto que estoy a unos meses de casarme y en verdad está relación es la que más he disfrutado en mi vida, la que más me llena de amor, de paz, de confianza y felicidad.
Viendo en retrospectiva todo el proceso que tuve que vivir para llegar aquí, en verdad me doy cuenta de que disfrute cada uno de los instantes que me trajeron aquí, los buenos y los malos, a pesar de que los malos fueron brutales y me destrozaron el corazón en cada ocasión, ese aprendizaje quedó sumamente enraizado en mí de la mejor forma y me siento feliz de haber pasado por todo lo que pase para llegar aquí, porque todo ese proceso me dio muchísimo más de lo que siempre quise y hoy entiendo lo hermoso que puede llegar a ser el dolor si lo vemos como crecimiento y como un amigo que nos ayuda a llegar a nuestras metas.
Mucha gente quiere la recompensa, pero no el precio que hay que pagar por las cosas, sin saber que, si dejas de ver el proceso como un precio a pagar y lo ves como una herramienta para estar verdaderamente a la altura de tus sueños, la perspectiva cambia por completo y el proceso deja de ser tan pesado.
Siempre he pensado que hay dos formas de ver la vida, desde el amor o desde el sufrimiento, honestamente prefiero ver todo desde el amor, porque el amor hace la vida preciosa, a cualquier cosa que le pongas amor va a florecer maravillosamente, el amor apapacha el corazón y que mejor que integrarlo a nuestra vida de la forma más armoniosa posible, con esta filosofía que tengo, he logrado ver al dolor como un maestro completamente amoroso, que simplemente está aquí para enseñarnos a apreciar lo hermosa que la vida es, porque al final del día si el dolor no existiera ¿Cómo seriamos capaces de reconocer la felicidad?.
Piensa bien en qué meta estás tratando de conseguir y de cómo el proceso te está formando para ser la persona perfecta para esa meta, aprecia todos y cada uno de los momentos de tu proceso, porque no te van a volver a pasar y todos esos momentos están llenos de sabiduría.
El proceso siempre está guiado por los más grandes, llámalos dios, universo, buda, santos, ángeles, maestros ascendidos como quieras y a quien quieras encomendarte y en quien quieras creer, inclusive si no crees en nada más que en ti mismo, todos son uno, y al final del día si el proceso es guiado por ellos ¿Porque habrían de dejar que pase algo que pueda hacerte daño si no fuera por tu más grande bien y por la mejor versión de ti mismo?
Simplemente piensa en eso, puede que no estés de acuerdo, y está bien, me conformo con dejarte pensando en esa pregunta, tal vez eso haga que veas al proceso como el verdadero regalo de vida que es.
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