Por: Ricardo Rius
Migrar es un derecho consagrado en el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), pero sigue siendo muy vulnerado.
El derecho a migrar
El artículo 13 de la DUDH establece que “toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un estado” y “a salir de cualquier país, incluso del propio”. Esto significa que migrar no es un delito ni un crimen, sino un derecho fundamental. Los estados deben garantizar este derecho mediante políticas que protejan a los migrantes y generen condiciones dignas para su vida.
Hablar de migración, se refiere o puede ser definida como el traslado de población de un lugar de origen o de partida a otro denominado receptor o de llegada. Este tipo de movimientos se ven mucho en países como México. Existen dos tipos de migración; la interna y la externa. La migración interna es aquella en la que las personas se cambian de entidad, pero siempre dentro del mismo país. En la externa, los emigrantes viajan al extranjero. México padece de ambos tipos de migración. Es frecuente que personas de bajos recursos pretendan buscar mejor fortuna en otros sitios donde el sueño parece un poco más cercano a la realidad; ya sea saliendo o no del país.
Que la migración esté reconocida como un derecho fundamental de todas las personas se debe -seguramente- a que, como bien lo dijo, Patrick Kingsley, la historia de la humanidad es esencialmente la historia del movimiento humano (la humanidad es fundamentalmente una historia de migración, diría Laila Lalami), y cuanto antes se reconozca la inevitabilidad de este movimiento, más pronto se podrá gestionar apropiadamente; o sea, de forma segura, ordenada, regular, digna y beneficiosa para los migrantes y las sociedades -como lo dispone la meta 10.7 de los ODS-.
El asunto es que, tal y como lo establece la DUDH, “Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un estado” y “a salir de cualquier país, incluso del propio”. Por eso migrar no es un delito y menos un crimen.
Es pues la migración un derecho humano que, como tal, debe ser garantizado por los estados mediante el acompañamiento a las personas migrantes hacia el ejercicio de sus todos sus derechos y la generación de las condiciones mínimas para tener una vida digna; lo cual incluye, por supuesto, garantizar la preservación de la vida de los migrantes.
La migración actual es producto de la globalización que tanto aplauden los países desarrollados. El dinero hoy se mueve por todo el mundo y es natural que la gente se dirija hacia donde hay más recursos económicos.
El fenómeno actual se caracteriza por la reversión de la tendencia de siglos pasados: antes las migraciones fluían de los países del norte o más industrializados hacia los países del sur o menos industrializados. Actualmente, observamos un proceso inverso: las personas se desplazan de países menos industrializados, a más industrializados, de países con índices mínimos de producción a países con altos niveles de PIB, de países con altas tasas de natalidad, a países con menores tasas de natalidad, de países con elevados índices de desempleo, a países con niveles aceptables de empleo, de países con graves problemas de pobreza, a países con mejores niveles de vida.
Para un mexicano el amor a la Patria, el arraigo a la tierra de nuestros mayores es algo que anida naturalmente en el sentimiento de las personas. En estos tiempos de modernidad, se ha impulsado la globalización y ha llevado tanto a mujeres como a hombres a interesarse por conocer otros países y aprovechar la variedad de experiencias para mejorar la calidad de vida personal y familiar. Emigrar voluntariamente con esos propósitos es grato y puede ser hasta deseable. Sin embargo, desde el siglo pasado el fenómeno migratorio ha aparecido como una necesidad de supervivencia. Las personas dejan con dolor su patria para huir de la guerra, de presiones políticas o del hambre. Las estadísticas nos muestran que actualmente hay en total 200 millones de personas que no viven en el lugar donde nacieron. Donde muchos mexicanos se van al vecino país del norte en busca de oportunidades para superarse y muchos para subsistir.
El desempleo, es una manifestación de las irregularidades de la política económica aplicada, al no responder a la demanda de mayores fuentes de trabajo, con salarios, sueldos y prestaciones, que garanticen mejores niveles de vida para los trabajadores y sus familias. Y más en México, dónde se observa una política económica tendiente a concentrar la riqueza en grupos selectos nacionales para beneficiar al capital privado extranjero. Los migrantes son protagonistas de nuestra época, somos un país de origen, cuando los mexicanos se van a Estados Unidos; y también de destino, muchas personas vienen a México con la esperanza de alcanzar nuevos horizontes de crecimiento y libertad. Somos además de tránsito, ya que muchos migrantes vienen de Centro y Sudamérica hacia Estados Unidos y pasan por nuestro territorio, tardando aun así varios meses para llegar al vecino país del norte. Las cifras en México y en el mundo son elocuentes, pero los migrantes son mucho más que una cifra. Ningún ser humano puede reducirse a cifras y la realidad nos obliga a ver en cada migrante un rostro, una familia, una comunidad, un país. Cada migrante es un ser humano que enfrenta situaciones que pueden ser muy dolorosas y que merecen el apoyo de las instituciones y la solidaridad de toda la sociedad. Los migrantes se ven forzados a moverse en la clandestinidad, son perseguidos y por esa circunstancia, viven una condición de vulnerabilidad. Se calcula que en Estados Unidos hay probablemente 12 millones de mexicanas y mexicanos; nacidos aquí, en nuestra nación y que se fueron en busca de mejores oportunidades de desarrollo para sus familias. Hay muchos casos en los que se van de sus comunidades y sus familiares no vuelven a saber nada de ellos. Hay otros que, por diversas circunstancias, y dada su condición, no pueden regresar a México y extrañan a sus seres queridos. Algunos llegan a formar allá otra familia con todas las implicaciones y riesgos que esto significa. También hay trabajadoras y trabajadores honrados con historias ejemplares, buscando un mejor futuro de desarrollo para sus hijos, salen adelante y son ejemplo para sus familias y para sus pueblos, pero también, hay muchos que encuentran un trágico final, al caer en manos inescrupulosas de los criminales, con engaños y a los que el gobierno está combatiendo. A todos nos indigna y nos duele ver esta situación. Los gobiernos tienen dos opciones: apostar a la obstinación y negar la realidad de la migración o trabajar para contar con una legislación y políticas públicas más humanas y con instituciones más fuertes y más respetuosas de la dignidad de los migrantes. Por eso, el Gobierno Federal y el Congreso de la Unión han querido cambiar el marco de esta terrible realidad, ya que es equivocado e injusto criminalizar la migración como lo han hecho otros países. México dio el primer paso al eliminar el delito de migración ilegal con la nueva Ley de Migración.
La tragedia de la migración
Lamentablemente, la migración también está marcada por tragedias. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), desde 2014, más de 50,000 personas en todo el mundo han perdido la vida o desaparecido durante viajes migratorios. Estas cifras subestiman la realidad, ya que muchas muertes no se reportan adecuadamente.
Los esfuerzos no deben centrarse en detener la migración, sino en crear condiciones que hagan de la migración una elección y no una necesidad. Los estados deben trabajar para que la migración sea segura, ordenada y beneficiosa para los migrantes y las sociedades. La meta 10.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) aboga por una migración gestionada de manera adecuada.
Conclusión
Como comunidad global, debemos reconocer que migrar no es un delito, sino un derecho humano. Es hora de garantizar la preservación de la vida de los migrantes y crear un mundo donde la migración sea un catalizador del desarrollo y la prosperidad.
Hoy en México bajo el imperio de esa nueva ley, el migrante no es visto como un delincuente, sino como una persona con derechos plenos que todas las autoridades están obligadas a proteger. México es un país con profunda vocación y tradición hospitalaria y que ha sabido ejercer asilo en tiempos difíciles, a miles de personas perseguidas por regímenes dictatoriales o desplazados por guerras civiles en su propio territorio. México quisiera que los mexicanos que emigran lo hicieran libremente y sólo por ampliar sus horizontes, pero no por la imperiosa necesidad de subsistir. Esperamos no tardar mucho en conseguirlo.
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